EL TRAPO SANTO (II)

 

Proseguimos el Análisis de la Sábana Santa. (segunda parte)

Lo primero que llama poderosamente la atención en la Sábana Santa es la inusual simetría de la imagen que aparece en ella. Por lo general, un cadáver (alguno he visto) no se caracteriza por la armonía de su postura.

A tal punto debe de ser cierto lo que digo que en las funerarias de los Estados Unidos (perdón, si estais cenando) en los casos en que un fiambre ha de ser velado o expuesto por cualquier razón (ya sabéis la obsesión por lo aparente de esos yanquis), preparan unos ataúdes con apoyos interiores bajo las axilas y alrededor de los tobillos para forzar la colocación "armoniosa" del cuerpo. Sin ellos, y debido a la formación de gases y otros procesos poco estéticos, podría ser que, al cabo de media hora, el cadaver estuviese retorcido o sentado o vaya Vd. a saber de qué ridícula postura.

Sumemos a esto que la muerte de Jesucristo, como la de cualquier ajusticiado por aquel método, debió de ser bastante traumática para la mecánica corporal.

Además de la tensión anormal por la suspensión por los brazos, que debía de someter a la musculatura a un proceso de distensión con microdesgarros, estaba esa graciosa costumbre de romper las rodillas del homenajeado con un mazo, a mitad de la ceremonia, seguramente para acelerar el proceso y poderse ir pronto a casa, a cenar.

Luego sumemos la famosa lanzada en el costado que, seguramente, no se limitaba a ese estético cortecito en la piel que vemos en las estampas piadosas sino a una verdadera escabechina en los tejidos que rodean la jaula torácica, con el inevitable neumotórax que vacía de aire la cavidad pulmonar, forzando y encorvando hacia adelante la columna vertebral.

Con todo ello, era de esperar que lo que bajaron de la cruz fuese algo más parecido a un trapo que a un cuerpo humano con su correspondiente tono muscular.

Pese a todo, pudo ser cierto que los encargados de envolver el cuerpo en el lienzo que debía servir de sudario, estuvieran todo el tiempo necesario tirando de este hombro o empujando aquella rodilla hasta conformar la silueta absolutamente simétrica que pude ver en la reproducción fotográfica de la Sábana. Pero no veo la necesidad de tal ocupación, a no ser que estuviesen preparando la calcomanía del cuerpo de su Maestro para nosotros, un montón de años después.

También debió de ser minuciosa su preocupación por que TODO el cuerpo y el rostro quedase perfectamente calcado en el lienzo. Cuando yo he preparado moldes de arcilla o de fibra de vidrio en el estudio, después de toda una tarde de apretar con ganas, casi siempre me ha quedado, por descuido, algún centímetro por asegurar. No parece que tuvieran tal fallo los confeccionadores del Santo Paquete.

Lo siguiente que llama la atención es la exagerada longitud de las manos. Siempre se puede argüir que Jesucristo era bastante alto para la estatura media de la época (qué bien viene ese argumento para reforzar lo mayestático del personaje) y que tal estatura viene, por lo común, ligada a una manos estilizadas. Pero, casualmente, ese también es un error típico de dibujante inexperto cuando se trabaja en una imagen de tamaño natural: Al tener que trabajar muy cerca, se pierde con facilidad la sensación de proporción.

Lo tercero, y más gracioso, es el gesto de tristeza de la imagen. Cuando se han visto pocos o ningún cadáver, debe de ser inevitable seguir, de manera inconsciente, los estereotipos aprendidos por la contemplación de la obra de otros artistas (O, actualmente, el cine, como, acertadamente, ha dicho alguien al hablar de la errónea interpretación del movimiento de la cabeza de Kennedy al recibir el disparo que le asesinó).

Existen, entre los dibujantes, unas convenciones gráficas para simplificar y realzar las expresiones del rostro. Por ejemplo, se eleva levemente la parte central de las cejas para expresar asombro, se baja un par de milímetros la parte interior para evidenciar ira o enfado, se elevan las comisuras de los labios para denotar placer o felicidad....la combinación de estos elementos de manera adecuada, multiplica convenientemente las posibilidades.

La imagen aquí tratada presenta -de manera muy pertinente- una ligera inflexión hacia abajo de las puntas exteriores de las cejas. El occiso está triste.

Pero la realidad no siempre coincide con lo que esperamos: es muy frecuente que el gesto de un cadáver adquiera, por la retracción de los músculos bucinadores (los que rodean la boca) un rictus levemente parecido a una sonrisa, debido a la apertura de la boca. (Recordad las imágenes de cadáveres que vemos en la tele, tirados por las cunetas y con la boca abierta, con gran contento de las moscas) El presunto artista debió de pensar que ese gesto era muy poco solemne y procuró evitarlo presentando una boca elegantemente cerrada. No sé si alguno recordais esas imagenes de célebres muertos expuestos con una venda rodeando convenientemente su barbilla para evitar que contemplemos las interioridades de su esófago.

Bueno; me voy a merendar, que me ha entrado apetito. Bye!