GUITARRA BIMÁSTIL
Por Francisco Mercader.

Los elementos necesarios empiezan por dos mástiles adecuados (la tecnología necesaria para construirlos es demasiado sofisticada para hacérselos uno mismo). Así que encontré uno en la basura, encargué el otro y listo. El cuerpo de la guitarra lo construí tallando un bloque macizo a base de placas encoladas de contrachapado, lo que nos provee de una adecuada rigidez y suficiente peso para amortiguar los armónicos no deseados.

Aunque en la foto no se aprecia, hay un pie metálico escamoteable como el de los violoncellos, que llega hasta el suelo y que alivia del peso del chisme en las largas actuaciones.

El aro que rodea los dos clavijeros protege al instrumento de los roces ocasionales con otros músicos, que pueden desafinar las cuerdas. Todo el que ha trabajado en escenarios sabe de la necesidad de esta protección, que he colocado a todas mis guitarras.

La instalación incluye controles de volumen, agudos y graves en cada lado y conmutador para pasar de la parte de guitarra a la de bajo. Todo cuidadosamente blindado para evitar el efecto 'humbucking' y comunicado por un cable de masa hasta una pulsera metálica en la mano izquierda para las grabaciones en estudio.

El autor con su guitarra Agripina construída, como
su nombre indica, durante una baja laboral por gripe

La salida es estéreo para dos amplificadores separados, con posibilidad de combinar las dos señales.

La electrónica de la parte de guitarra se compone de dos pastillas: una cápsula GRETSCH (para la pastilla de diapasón) que proporciona los sonidos apagados para el jazz y una cápsula DI MARZIO (para los sonidos rockeros) en la pastilla de puente.

En cuanto a la parte de bajo, me atreví a bobinar mi propia pastilla con 4.000 vueltas de hilo de cobre barnizado de 0.04 milímetros en cada uno de los dos elementos de la bobina, inspirada en la de un Fender 'Precision'.

Dada la fragilidad del hilo tuve que idear y construir un distribuidor excéntrico con un 'buffer' elástico parecido al de las máquinas de coser para conseguir la tracción adecuada y no romper el finísimo hilo durante el bobinado.

Después de varios intentos fallidos a base de combinar el sentido del bobinado alrededor de imanes de neodimio, conseguí una sonoridad profunda y, a la vez, cristalina que no le envidia —me parece a mí, claro— a la de algunos bajos de gama alta. A modo de orientación, se podría comparar al de los bajos Kramer con clavijero de aleación de aluminio.

Las espiras de la bobina fueron luego encapsuladas en resina epoxídica para durar hasta el final de los tiempos. ;-)

Quedé tan satisfecho del resultado que no he vuelto a arriesgar en las actuaciones a mi querida GRETSCH ni a mi Fender Jazz Bass.

(Aunque no se ve en esta fotografía, actualmente tiene instalado un captador midi conectado a un módulo externo con 654 sonidos).

fmercaderr@QUITAESTOtelefonica.net